La Grenouillère

 

Claude Monet, “La Grenouillère”, 1869

Claude Monet, pinta en 1869 esta obra titulada “La Grenouillère” y que hoy se conserva en el Museo Metropolitan de Nueva York.

El restaurante de la isla “La Grenouillère”, era una especie de balneario y uno de los lugares frecuentados no sólo por Monet, sino también por Pierre-Auguste Renoir. De hecho, parece ser que pasan el día juntos y compiten para ver cuál de los dos recogen ese lugar y ese momento de manera más rápida.

Pierre-Auguste Renoir, “La Grenouillère”, 1869

Sin duda, es una obra que nos transmite el ambiente veraniego, incluso se pueden ver los torsos de algunos personajes bañándose en el río Sena, lugar donde se ubicaba dicho local.

El estilo impresionista de ambos pintores se aprecia en sus obras, con pinceladas rápidas y separadas, que más que dibujo se realizan con manchas de color, produciendo esa “impresión” de ver una escena de un momento, de un lugar. Tanto es así, que a Monet no le interesa pintar la realidad, sino lo que vemos; y esto podemos apreciarlo por ejemplo en los reflejos de la luz en el agua. Es decir, todos sabemos que cuál es el color real del agua, sin embargo, según la iluminación o el instante del día, percibimos otros colores. Esto es precisamente lo que quiere dejar retratado Monet.

Y así, podemos ver tonos azules, blancos, oscuros, en función de si la luz incide directamente en el agua, o si se cubre por la sombra de la vegetación o los botes. Por otro lado, el fondo queda iluminado por el sol y el verde de la vegetación se torna más claro.

A Monet le fascina el agua, los colores que producía, los reflejos, el movimiento y todo eso quiere pintarlo. Fijémonos en obras como las series dedicadas a los acantilados de Étretat, nenúfares, vistas de Londres, Venecia, o la archiconocida pintura “Impresión, sol naciente”, por citar algunos ejemplos.

Ahora imaginaos un caluroso día de verano y, cual burguesía parisina, vamos a este balneario a pasar el día. Frente al sol abrasador, sentimos la bajada de temperatura que producen los árboles y la sombra del local donde sacamos unos tiques para acceder a los botes. Nos ponemos un bañador y nos disponemos alcanzar esa isleta circular con un solo árbol, que se denominaba “Camembert”, a la cual accederemos a través de una estrecha pasarela con cuidado de no resbalar, porque lo más seguro es que terminemos en el agua.

¿Podéis sentir el frescor, las risas, los amigos, buen ambiente, una copita, charlas, alegría…?


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