Bacco, de Caravaggio.

 


Tal día como hoy, en 1610, fallecía Michelangelo Merisi da Caravaggio, conocido por el nombre de la pequeña localidad de Caravaggio, situada al norte de Italia, de la que procedía su familia y en la que vivió durante algunos años para protegerse de una epidemia de peste durante su juventud. Él, sin embargo, nació en Milán.

Caravaggio: Provocador, revolucionario, violento, posiblemente de mal genio y que solía pasar las noches de borracheras y durmiendo en pensiones baratas. Sin embargo, fue un genio, posiblemente incomprendido, como muchos de los grandes maestros, que influirá en muchos pintores con su tenebrismo.

Para recordar esta efeméride, hoy vamos a ver una de sus pinturas. Se trata de Bacco, realizada en 1598 y localizada en la Galería Uffizi de Florencia.

¿Qué vemos en esta pintura? Está la fruta, está el vino y, sobre todo, está la mirada seductora del dios del libertinaje, en el que vemos un uso extraordinario del escorzo en la mano que ofrece la copa de vino.

El personaje encarna las características que definen al maestro milanés: está el manejo perfecto de la tridimensionalidad, el carácter sensorial de los elementos representados, y esa manera tan particular de Caravaggio de aterrizar en un plano terreno aquello que se tiene como sagrado. Baco no es más que un anfitrión más de los bacanales romanos: ése que siempre invita a otra copita, ése que se ríe con todos los presentes, ése que está dispuesto a otro trago más.

Baco mira al espectador con las mejillas sonrosadas. Es la sonrisa de la vida laxa, de la vida suave, de la vida de la fiesta y del lujo de la buena fortuna. Se le ve fuerte, vigoroso, atento a las necesidades más instintivas del cuerpo. Y con esa misma soltura desobligada, ofrece una copa de vino, a manera de invitación para formar parte de la bonanza. Todo él es goce: seda fina, fruta madura y mirada difusa, quizá, por la influencia del alcohol que le tiñe los dedos de rojo.

Creo que podemos definir con una palabra este Bacco de Caravaggio: Barroco.

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