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La Fragua de Vulcano. 📷 Wikipedia |
Obra: La fragua de Vulcano
Autor: Diego Rodríguez de Silva y
Velázquez
Cronología: 1630
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 223 x 290 cm
Ubicación: Museo del Prado
Consciente de que muchos
desconocen la historia que esconde la escena, al igual que otras muchas, intentaré
explicar los secretos tanto de esta como de otras pinturas, con la finalidad de
que se pueda entender mejor lo que tenemos ante nosotros cuando las contemplamos.
Para ello, he considerado iniciar
con obras conocidas de los grandes maestros de manera que, poco a poco, algunos
de los que estén más alejados, puedan acercarse al que, para mí, es el
maravilloso mundo de la Historia del Arte.
Comenzamos pues, con Diego Velázquez
y su cuadro titulado “La fragua de Vulcano”, obra que pinta en 1630. En ese
momento se encuentra en Italia completando su formación gracias a una licencia
que le concede el rey para tal efecto ya que, después de sus inicios y su etapa
en Sevilla, en 1628 ostentó el cargo de pintor de cámara en Madrid.
En Italia conoce las obras de la
antigüedad clásica, pero también aprende de la colorida pintura veneciana, y
copia frescos de Miguel Ángel y Rafael durante su estancia en Roma, donde
visita las estancias vaticanas.
Con los conocimientos del arte
italiano, pintó esta escena mitológica tratada como pintura de género. Se
aprecia como va abandonando poco a poco el tenebrismo caravaggiesco y va
introduciendo algo de luz y color de la escuela veneciana.
Pero, sin entrar mucho en análisis
formales o compositivos, adentrémonos en esta pintura. ¿Qué representa? Debemos
dirigirnos a “Las Metamorfosis” de Ovidio que consta de más de 250 narraciones
mitológicas. En una de ellas, cuenta la historia de cómo Apolo, el dios sol que
todo lo ve, se presenta en la herrería de Vulcano, el dios del fuego, para contarle
que su esposa Venus, diosa del amor, belleza y fertilidad, le estaba siendo
infiel con Marte, el dios de la guerra, la pasión, la sexualidad.
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Instante en que Apolo le da la noticia a Vulcano |
Vulcano es un personaje bien identificado siempre por su fealdad y cojera. Representado en al arte sudoroso, con el pecho descubierto y trabajando en su fragua porque, no era de los más bellos del Olimpo precisamente, pero nadie puede negar que era muy trabajador.
Y así lo representa Velázquez.
Fornido debido a sus labores diarias, con un contraposto que no hace más que
evidenciar su cojera, y con una mirada dura de asombro ante la noticia que está
recibiendo de Apolo. Los compañeros de trabajo, los cíclopes, que Velázquez
representa con dos ojos, también muestran su sorpresa de manera muy expresiva,
pero no por la noticia en sí, ya que la relación entre Venus y Marte era
conocida en todo el Olimpo, sino quizás por esa valentía de Apolo; da la sensación
que no se explican cómo pudo chivarse de aquella manera. Vemos que incluso
algunos de ellos abren la boca atónitos. Es como una captación fotográfica de
un momento preciso, que milésimas de segundos después haría estallar, como no
podía ser de otra manera, la ira de Vulcano.
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Cíclopes asombrados |
En cuanto a la forma, existe un gran detallismo manifiesto en las armaduras de hierro, la jarra blanca localizada encima del fogón, en las herramientas, incluso en el hierro incandescente anaranjado que le confiere una enorme naturalidad. De la misma manera, puede que por el estudio de la escultura clásica, trata de forma muy realista las anatomías en las que, indudablemente, vemos también la influencia de Miguel Ángel en los cuerpos musculados. Un tratamiento realista de Vulcano y resto de personajes que se contrapone con la idealización de Apolo, de piel fina y blanca.
Indudablemente, no podemos negar
que estamos ante una obra eminentemente barroca, donde adquiere gran
importancia la teatralización, los gestos y las expresiones, tan particular en
cada individuo.
Como vemos y, como decía
anteriormente, Velázquez confiere a esta escena mitológica un tratamiento costumbrista,
como si fuesen personajes de la calle en lugar de dioses, transformándola de
forma natural en una historia del día a día de
la que, si no se sabe el trasfondo que tiene, no se puede entender
correctamente.
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